Y respira hondo,
vida mía,
yo sé que eres fuerte,
así que respira.
No quiero contar tu historia como un sollozo,
como una llamada a la cordura,
quiero hablar de ti como una luchadora
y su armadura.
Como aquella mujer
que se armó de valor,
que se comió al miedo
y alzó su voz.
No merece la pena quedarse al lado de alguien que duele,
por favor, no te quedes ahí.
Tú puedes con todo,
quiérete a ti.
Puedes levantarte y puedes huir,
puedes seguir andando o quedarte a su lado,
acorralada y encerrada
cogiéndole la mano.
Pero, no te hagas eso,
te mereces mucho más,
porque tú eres vida,
y no encuentras la paz.
No lo aguantes,
porque sin darte cuenta,
te quedarás atrás.
No cedas,
no te dejes vencer.
coge aire
y aléjate de esa estación de tren.
Porque ni tú ni nadie debería pasar por algo así,
nadie se merece esas ataduras,
ese dolor en el pecho,
ni que te prohíban agitar las alas al querer emprender el vuelo.
Ya está bien,
es hora de pararle los pies,
has dado demasiado,
te has dejado demasiado.
Que yo sé que es complicado,
pero cielo, ahí fuera,
hay un montón de puertas.
Hay salidas de emergencia.
Levanta esa carita,
saca esa sonrisa,
y huye muy lejos de ese lugar,
de esa persona que no te quiere
y no te querrá.
Y es que si le tienes miedo,
no es amor.
Quizás en algún momento lo fue,
pero ya no.
Vuelve a respirar tranquila,
sabiendo que has encontrado la salida,
que aunque duelan,
se te van a curar las heridas.
Vas a estar bien,
lo prometo,
porque como dijo Benedetti,
no estás sola
y yo te quiero.
Poema escrito por Ana Reina, alumna de segundo de bachillerato.
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